El Sistema
Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela recibió en
2008 el premio príncipe de Asturias de las artes “por haber formado a
directores e intérpretes del más alto nivel y su confianza en el valor
educativo de la música para la dignificación del ser humano”.
En el documental que
comentamos, “LA TIERRA DE LAS MIL ORQUESTAS” se aborda el enorme éxito
que tiene esta organización, un método que ha formado estrellas de la música de fama internacional al tiempo
que ha rescatado de las calles, alejándolos de la pobreza y violencia, a miles
de niños venezolanos que estaban condenados a la marginación. Este SISTEMA es una obra
social del Estado venezolano fundada en 1975 por el músico y economista José
Antonio Abreu, quien se ha dedicado a trabajar en la formación de una orquesta en la que los
jóvenes desarrollarán sus prácticas de manera grupal, sistematizando la instrucción y la práctica colectiva de la
música a través de la orquesta sinfónica y el coro, consiguiendo un instrumento
de organización social y desarrollo comunitario como elemento relevante para la formación del
individuo, que le permitirá insertarse
en la sociedad de manera productiva. En este trabajo colectivo de la práctica
orquestal está la esencia de los objetivos del Sistema. Este movimiento
orquestal va a ser una oportunidad para el desarrollo personal, tanto a
nivel intelectual como espiritual, también
en lo social y en lo profesional, rescatando así a muchos de la marginalidad.
Abreu afirma que “en el sistema se fomenta el trabajo en equipo
porque todos sus músicos son parte de una comunidad”. Habla de una concepción
distinta de la cultura artística: la orquesta va a cumplir una misión que
trasciende el individualismo artístico, de manera que considera al arte en
general y a la música en particular, como un instrumento de desarrollo para la
humanidad, huyendo de estéticas intrascendentes, caldo de cultivo del ego.
Este autor estudia la aplicación de la enseñanza musical al campo social y
dice sentirse orgulloso de que su país haya asumido el desarrollo de la música
como un proyecto de estado, que ya forma parte del proyecto educativo de
Venezuela y sobre todo del sistema de desarrollo social del país, pues parece demostrado
su contribución al desarrollo de grupos marginales, comunidades enteras muy
pobres que se enriquecen con la luz de la música, con la alegría y la esperanza
que les aporta la música.
Muchos calificativos
positivos ha recibido el Sistema. Algunos incluso lo consideran un instrumento
de organización social, un modelo, un ejemplo para el mundo. Son muchas las organizaciones
y organismos internacionales que
reconocen a El Sistema como
un programa de
educación musical único, digno de que se lleve a
cabo a nivel mundial, sobre todo en aquellos países menos desarrollados que
quieren disminuir sus niveles de pobreza, analfabetismo, marginalidad y
exclusión en su población infantil y juvenil. En el momento actual, en más de
25 países se han creado ya programas de educación musical siguiendo el modelo venezolano.
“Tocar y luchar"
es el lema del Sistema. Se refleja en esta frase el empeño y la determinación
que han caracterizado siempre a sus integrantes, que asumen la música como una
experiencia colectiva y social, buscando
hacer sus sueños realidad, lo que ha convertido
este programa en el proyecto orquestal y social más importante de la historia
musical venezolana.
La
estructura básica de El Sistema, desde en punto de vista funcional, artístico,
educativo y administrativo, es el Núcleo.
Aquí se realizan todos los programas orquestales y corales de la Fundación
Musical Simón Bolívar, convirtiéndose en centros de educación musical,
funcionando, en muchos casos, como centros de promoción de las actividades
educativas, artísticas y culturales de las comunidades: es la esperanza de
miles de niños, adolescentes y jóvenes venezolanos que logran cumplir a través
de la música sus sueños de realización profesional y personal. Estos músicos ofrecen cada día a su país nuevas posibilidades de
superación y vitalidad y simbolizan el esfuerzo, que pretenden que
perdure en el tiempo y se extienda hacia otras esferas de la actividad
cultural, lo que se reconoce como el milagro musical venezolano.
Estos Núcleos varían complejidad y tamaño y están ubicados a
lo largo de todos los estados del país. Existen en la actualidad 285 Núcleos que atienden 350.000 niños,
adolescentes y jóvenes, formando y una compleja y sistemática red de orquestas
y coros juveniles e infantiles. En cada núcleo hay al menos una orquesta
infantil o juvenil.
Los alumnos más destacados promocionan a la Orquesta Nacional
Infantil. Cuando van progresando pasan a formar parte de una Orquesta Juvenil
antes de convertirse en músicos profesionales e ingresar en la formación más
importante del Sistema, la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar,
que tiene en la actualidad dos formaciones: una con una programación de
conciertos regulares con sede en Caracas y la otra, compuesta por los más
jóvenes, que habitualmente gira por todo el mundo, bajo la dirección del gran
icono del Sistema, Gustavo Dudamel, la máxima figura salida de esta joven orquesta
nacional, una estrella que dirige en la actualidad la Orquesta Filarmónica de
Los Ángeles.
En el documental habla Rafael Elster, director del núcleo Sarría (uno de los mayores focos
de pobreza y marginación de Caracas), afirmando que los niños llegan allí como
a una especie de oasis, donde le dicen que lo que han sufrido fuera no importa,
que allí están sus amigos, profesores, la propia música, donde se van a poder
resguardar y proteger. Se les ofrece un proyecto social que utiliza la música
como herramienta fundamental para cambiarles la vida, brindándoles nuevas
oportunidades y abordando su educación de una forma integral. La idea fundamental
es que estos niños están fuera de las calles, donde tienen muchas posibilidades
de aprender malas conductas.
Habla posteriormente Lennar Acosta, director del núcleo Los Chorros, que muy emocionado
recuerda los tiempos en que fue un correccional de menores y él mismo un
interno, que se rehabilitó con la llegada de El Sistema de Orquestas.
Actualmente acuden diariamente a este centro, cuando salen del colegio, más de
1.200 niños, recibiendo un proceso educacional que abarca la infancia y la
adolescencia.
Habla posteriormente el director de orquesta Pablo
Castellanos, haciendo énfasis en cómo la Simón Bolívar se ha ido creando como
una familia, con una sola forma de tocar y de sentir y vivir la música, que
asombra al público que aprecia como la gran cantidad de personas que forman la
orquesta (unos 180) llegan a tocar como uno.
Se presenta posteriormente el núcleo de Barquisimeto, donde estudió Dudamel, que es el origen de
la que se puede considerar la actividad más singular del sistema, la música
como instrumento de rehabilitación de niños con discapacidad, proyecto que
abarca a miles de niños, que con la práctica rítmica (coral sobre todo) y de la
enseñanza instrumental, consiguen un desarrollo personal increíble
(considerando sus graves problemas), resultados certificados por Organismos
Internacionales. En tal sentido hablan Johnny Gómez, fundador del programa de
educación especial y Naybeth García, directora del Coro Manos Libres, que trabajan con niños con déficits cognitivos y
sensoriales (visuales y auditivos). Dicen que han hecho un camino para que
ellos muestren su potencial. Su lema es: “Haz lo que puedas, sí
puedes, adelante”. Son positivistas y afirman que todo ser humano, tenga la
discapacidad que tenga, tiene el don de conseguir lo que se proponga, que el
secreto está en descubrir ese potencial para después desarrollarlo.
Como ejemplo de ello, hablan del Cuarteto Lara, que empezaron
en el programa y hoy viven de lo que sembraron.
Se aborda a continuación el tema de la aplicación de la
música como elemento resocializador en las cárceles. En tal sentido,
Abreu afirma que la condición de privación de libertad les permite estudiar
muchas horas al día con lo que alcanzan importante destreza instrumental. Dice
que todos los jóvenes reclusos que pasan por la práctica orquestal y forman su
voz en los coros, salen listos para reinsertarse en la sociedad. El director
del programa de Orquestas Penitenciarias, Lenin Mora, habla de un proyecto
inédito en el mundo y pone como ejemplo el Instituto Nacional de Orientación Femenina
de Los Teques, una de las cinco prisiones venezolanas donde se ha introducido
el Sistema para extender la capacidad regenerativa también entre las reclusas.
Dice que con estas mujeres ha sido muy difícil trabajar, por el estado
depresivo en que están, que lleva a un lento y dificultoso trabajo de
motivación, luchando al mismo tiempo contra el paradigma de que un adulto no
puede aprender a usar un instrumento. Se les dice que el objetivo no es sacar
músicos de las cárceles, sino reprogramarles socialmente. Se trata de que las
internas reproduzcan los tipos de conducta de los profesores, que previamente
han sido seleccionados en el propio Sistema: jóvenes exitosos que no necesitan
este trabajo sino que quieren hacer esta labor social, procurando no mezclar lo
profesional con lo emocional y cumpliendo protocolos de seguridad. La labor
queda circunscrita a la enseñanza de la música y la siembra de valores
sociales. Comenta los buenos resultados que obtienen. Hablan diversas reclusas
sobre sus experiencias vitales y su enganche con la música, manifestando su
deseo de seguir en ello una vez fuera de la institución.
Finalmente se aborda la extensión del Sistema, que no deja de
crecer, a los lugares más recónditos e inaccesibles del país, como a Tucupita,
en el estado de Delta Amacuro, último reducto al que se puede acceder por
carretera, donde el Orinoco se ramifica en miles de afluentes, uno de los
lugares más pobres del país y donde ya se ha formado la Orquesta Juvenil del
Orinoco, dirigida por Ever Guzmán.
Termina el documental con las que a mi parecer son las
palabras más bonitas y esperanzadoras, en boca de Abreu: “La pobreza material
será rotundamente vencida por la riqueza espiritual que engendramos, esa
batalla la está ganando el arte”.
COMENTARIO PERSONAL:
Me ha encantado el documental. He tenido momentos en que me
he emocionado al ver el efecto restaurador del proyecto vital de todos esos
desfavorecidos de la fortuna a los que se hace alusión: niños maltratados o
abandonados, gentes privadas de su libertad, chicos con deficiencias físicas,
psíquicas y sensoriales, personas que viven prácticamente en el fin del mundo
civilizado. A todos ellos llega o está intentando llegar el programa social del
Sistema. Creo que debemos sentirnos identificados con este proyecto y procurar
entre todos que se pudiera poner en práctica en nuestro país (desconozco si hay
alguna experiencia similar). Este programa está basado en el arte de la música,
por lo que pienso que cualquier otro tipo de arte puede tener funciones
rehabilitadores similares. En este sentido me he informado que existe una forma
de psicoterapia muy utilizada en niños y adolescentes, la llamada arteterapia,
que utiliza este tipo de manifestaciones artísticas, fundamentalmente la
pintura, la escultura y el modelado.
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